Al jefe con cariño,
Te escribo esta carta porque es necesario que nos comuniquemos. No quiero luchar contigo. Me siento mal cuando lo hago. Muchas veces preferiría renunciar a lo que en justicia me corresponde, o permitirte que nos conduzcas a todos por un camino erróneo antes que enfrentarme a ti. Claro que, hasta hace poco muchas veces pensaba que tú eras más sabio que yo y que nuestras diferencias se debían al choque entre mi ignorancia y tu conocimiento. Hoy sé que no es así.
Tenemos modos distintos de ver nuestra realidad. A veces creo que, de hecho, vivimos realidades diferentes. Y mi visión es tan digna, tan legítima, tan respetable como la tuya. Mis intereses tan defendibles como los tuyos. Y aquí es donde debemos buscar un punto de encuentro.
No te empeñes en imponerme tu mayor fuerza actual, en engañarme o confundirme, en tratar de amedrentarme. Todo será inútil. Tu fuerza se desvanecerá algún día, la verdad acabará saliendo a la luz.
¿Sabes? Yo soy más fuerte de lo que pensé. Mi poder surge de la unión de muchas pequeñas voluntades que vamos despertando día a día y que ofrecemos con generosidad nuestros corazones y nuestras mentes para avanzar hacia la conquista de todo el respeto, la dignidad y la participación que realmente merecemos. Te invito a que te replantees tu actual lógica de gestión y te beneficies de nuestra fuerza a través de esquemas más participativos que nos acerquen a todos a objetivos consensuados.
Sé que cuando te obstinas en combatirme no es una cuestión de “mala intención”, seguro. Es una cuestión de miedo. Y espero que no reacciones a la defensiva ante esa palabra. Todos tenemos miedos, pero están ahí precisamente para vencerlos. Te he visto a veces temer que no respetemos tu autoridad y reaccionar con autoritarismo, o temer parecer débil o incompetente si reconocieras un error, o simplemente no saber qué hacer y preferir no hacer nada antes que asumirlo. Son mis miedos también, ¿cómo no habría de comprenderlos? Pero desde tu cargo, si no te enfrentas a ello y lo controlas, las consecuencias nos alcanzan a todos y no benefician a nadie en absoluto.
Hoy sé que no hay maldad sin malas intenciones y por eso te escribo esta carta.
Espero que te des cuenta de cuánto podríamos conseguir empresas, instituciones y trabajadores trabajando en consenso. Aportando y cediendo cada uno en un entorno de transparencia, respeto, honestidad y (¿porqué no? ) ambiciones compartidas. No me pidas que me apriete el cinturón ahora y te calles mientras los beneficios de las buenas rachas van a parar a tu cuenta corriente. Sé honesto y no pretendas ser el único que gane siempre. Si ganamos todos será mejor.
Sé que estás muy ocupado, y a mí me espera mi familia para cenar, así que con esta llamada a la reflexión te dejo hasta mañana.
Cordialmente,
Fuente: webalia
No hay comentarios :
Publicar un comentario
Deja tu comentario, si te apetece.