"LA POCA EDUCACIÓN QUE HE RECIBIDO, LA HE GANADO EN LA UNIVERSIDAD DE LA VIDA" (Horatio Bottomley)
Era sábado por la mañana, a finales de Febrero o principios de Marzo. Recuperé mi depósito (fianza) de la residencia del meeting point, metí todas mis pertenencias en una maleta y una mochila y me fui para Casa Maruja. Ya está, en una hora hice la mudanza.
Maruja me dio la bienvenida y las llaves, era una señora que hacía honor a su nombre. En unos minutos me contó media vida de algunos que vivían en la casa, y me dijo que iba a compartir habitación con un chico de Madrid y otro del País Vasco.
Como ya sabía cual era mi habitación me fui para arriba antes de que me contara otro culebrón.
Cuando subía las escaleras, al pasar por delante de la puerta del salón, que estaba en un descansillo, conocí a Roberto. Estaba sentado frente a la mesa y tenía ante él un despliegue de carpetas y papeles que escrutaba con interés.
Roberto era un chico de León, regordete, con gafas, estatura media, impecablemente vestido y peinado. Su atuendo me recordaba a un oficinista burocrático.
Sus palabras fueron: "Hola, tu debes ser el nuevo, Nacho no?, mi nombre es Roberto, bienvenido, ya sabes cual es tu habitación, ¿no?...Si necesitas algo me lo haces saber, estaré aquí". Lo recuerdo porque me causó gran impresión.
Al principio pensé: "No sabía yo que había un administrador en esta casa". Pero en realidad era el inquilino de la habitación del la buhardilla que compartía con Carlos. Lo que pasa que era una persona extremadamente amable.
Le estreche la mano y le di las gracias por su hospitalidad y co-operación.
Mas tarde me fui al supermercado a hacer la compra, y renové la travel card semanal. Cuando regresé a la casa no había nadie en el salón, casi todo el mundo estaba en sus trabajos o academias. Yo me sentía afortunado porque tenía los fines de semana libres y una jornada que se acababa a las cuatro y media de la tarde. Me sobraba tiempo para estudiar, divertirme, echarme unas pintas en el pub, hacer turismo y más.
Esa tarde-noche conocí a mis compañeros de habitación: Primero estaba Iván, de unos 19 o 20 años, que llevaba en la casa una semana y era Vasco. Tenía un hermano mayor que vivía al norte de Inglaterra desde hacía un par de años, y que era Ingeniero industrial, o algo así. Un chico muy responsable e inteligente, por lo que el decía, y como yo pude comprobar meses más tarde cuando le conocí.
Sin embargo Iván era el polo opuesto. Había dejado los estudios y estaba siempre en las calles metido en líos. Así que su madre lo envió a Inglaterra a vivir con su hermano para sacarlo un poco de los malos vicios. Ya que el pueblo donde vivía su hermano era pequeño y bastante tranquilo, allí lo podría tener controlado e inculcarle un poco de sensatez. Pero a las tres semanas dejó el pueblo y se fue a Londres, porque se aburría -decía. Y fue a parar a Casa Maruja.
Mi otro compañero de habitación era Eduardo, madrileño, 25 años... creo. Había acabado la carrera de geología y se vino a Londres a aprender inglés. Un año más tarde se iría a hacer un Master en minas a Gales. Todos los gastos pagados por el gobierno británico. Era un experto en sacarle el máximo partido al sistema.
Eduardo era un tipo tranquilo, irónico y pausado, con un gran sentido del humor. Ademas era el tío más pasota que os podáis imaginar. Le acabamos llamando el tío Edu, todo un personaje sin duda.
Mas adelante contaré la historia del tío Edu y el Macdonald's, es para partirse de risa.
Total que esa tarde nos conocimos los tres y enseguida congeniamos.
Según me contaban Iván y Edu, en la casa solo había españoles, y todos eran tíos, excepto dos chicas que vivían en el piso de abajo y que no se relacionaban con el resto de la casa. Las dos que me había encontrado en el metro de Queen's Park con Carlos. Solo subían a cocinar algo, saludaban, y luego se bajaban a su habitación. La verdad no las culpo, porque se les veía tímidas, y quien más y quien menos, en aquella casa, éramos todos una pandilla de personajes y cabras locas.
Menudas tertulias y fiestas nos hemos montado en aquella casa, y aquel salón, casi siempre lleno de humo y de latas de cerveza. Y cuanto he aprendido yo con los personajes que por allí pasaron.
Aquella noche conocí a más gente, aunque no a todos. Pero por lo que había visto hasta el momento no podía más que preguntarme, como era posible que la casualidad juntara allí.....a los mejores de cada casa.
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