"NADA SE PIERDE, LO QUE HAS VIVIDO SE QUEDA CONTIGO"
Pues allí estaba yo, sentado en el vagón de metro de la Bakerloo line, escuchando como este chaval gallego y estas dos chicas sentados frente a mí, cotilleaban a diestro y siniestro.
Hablaban de mucha gente y a alguno lo ponían a caldo. Mencionaron una tal Maruja y una habitación que se alquilaba a buen precio. Fue entonces cuando decidí presentarme y mostrar mi interés en el asunto.
Total, que en el tiempo que llega el metro de "Maida Vale" a "Oxford street", me informaron que se trataba de la casa en la que ellos vivían. Y que pertenecía a una tal Maruja, una gallega afincada en Londres, que alquilaba habitaciones.
Carlos, que así se llamaba el chaval y que era de Vigo, se mostró muy afable conmigo y quedamos en que esa misma tarde, después del trabajo hablaría con Maruja para comentarle mi interés en el alojamiento. Y yo me pasaría por allí más tarde.
Me escribió con prisas la dirección en un pedazo de cartón y de un salto me bajé por los pelos en mi estación sin tiempo a decir adiós ni gracias. Las dos chicas, habían permanecido en silencio casi todo el rato. Me preguntaba si les había comido la lengua el gato.
Esa tarde, al acabar de trabajar, me pasé por la residencia y comí algo. Después, a eso de las siete de la tarde busqué en el mapa la dirección de "Casa Maruja", y me fui para allá.
Resulta que era en una calle paralela a la que yo vivía, pero más cerca de la estación de metro.
Llamé al timbre y una señora de unos cincuenta y tantos me abrió la puerta. Me recibió muy amablemente y me dijo que Carlos ya la había puesto al corriente de mi visita.
Maruja había emigrado a Londres a finales de los años sesenta o algo así. En la época de Franco, vaya. Y había estado alquilando habitaciones a españoles desde tiempos remotos. A pesar de haber vivido media vida en Inglaterra, era gallega de pura cepa.
Estaba divorciada y vivía con Pepe, su novio o amante, que era un caballero muy majo y muy agradable. Tenía dos hijas nacidas en inglaterra, de las cuales, la menor vivía con ella también.
Maruja, Pepe y Mercedes vivían en la planta baja de la casa. Las tres plantas superiores eran un mundo aparte: Unas diez habitaciones dobles y triples en su mayoría, que se alquilaban por temporadas largas.
Subimos a los pisos de arriba para que me mostrase la casa. Me enseñó lo que se suponía que era el salón. Tenía entre unos doce o catorce metros cuadrados, y había una mesa blanca pegada a la pared con cinco sillas. En una esquina cerca del techo una televisión, y pegado a la pared de enfrente una especie de....entre cama y sofá, con un tapizado marrón oscuro corroído por los años y alguna quemadura de cigarro. El suelo, incluido el de las escaleras, que crujían a tu paso, estaba enmoquetado en toda la casa, a excepción de los cuartos de baño y pequeño espacio delante de la cocina.
La cocina, improvisada, estaba situada en el último descansillo de las escaleras. Había un fregadero y un gran frigorífico. Bajo las peligrosas escaleras de caracol que conducían a la buhardilla había unas estanterías para guardar los comestibles.
Por cierto, la buhardilla era una habitación con tres camas. Era la habitación más contemporanea de la casa, y ojo al dato, tenía ducha propia.
El resto de las habitaciones, era entrar en una, y viajar al pasado. La habitación que estaba disponible, frente a la "cocina", era triple, una litera y una cama. Los muebles eran de museo y el empapelado descolorido de las paredes había sido testigo de la caida del imperio romano, por lo menos.
A pesar de todo la casa estaba limpia, cerca del metro, y Maruja parecía una señora muy maja. Así que acepte quedarme allí una temporada.
Quedamos en que la semana siguiente me mudaría. Así tendría tiempo de avisar en la residencia y recuperar mi depósito.
Aquí se acabaría mi breve, primera etapa en la residencia del "Meeting Point", y comenzaría una nueva en Maruja´s House.
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