"Cada momento de tu vida puede ser el principio de un gran suceso"
Fue el 22 de enero cuando me fui a Londres por primera vez, sin prácticamente hablar Inglés y con un billete de ida a la aventura.
Tenía 26 años y nunca había viajado al extranjero. Mi vida había transcurrido de bar en bar desde dejados mis estudios a los 17 años. la mayoría de estos años me dediqué a trabajar de peón en la construcción.
Vivía esperando el fin de semana, lo único que me importaba era: sexo, drogas y rock and roll, aunque en mi caso en sentido inverso: rock and roll, drogas, y si había suerte... sexo.
A raíz de un accidente de tráfico que tuve en octubre del año 95, del cual me salvé de milagro, tomé la decisión de cambiar mi vida, ya que me había quedado estancado con los años. No tenía nada que perder, pues me había quedado sin trabajo, sin coche, sin un futuro prometedor, y me sentía de alguna manera fracasado.
Lo que vino después fueron las experiencias más enriquecedoras de mi vida.
Me despedí de mi familia y pasé el control de seguridad del aeropuerto de Santiago de Compostela. Mientras me dirigía a la puerta de embarque, pensaba en los pocos recursos que tenía para empezar de cero en una ciudad que se me quedaba inmensamente grande. sin embargo tenía lo más importante: ilusión y ganas de comerme el mundo.
Fue el 22 de enero cuando me fui a Londres por primera vez, sin prácticamente hablar Inglés y con un billete de ida a la aventura.
Tenía 26 años y nunca había viajado al extranjero. Mi vida había transcurrido de bar en bar desde dejados mis estudios a los 17 años. la mayoría de estos años me dediqué a trabajar de peón en la construcción.
Vivía esperando el fin de semana, lo único que me importaba era: sexo, drogas y rock and roll, aunque en mi caso en sentido inverso: rock and roll, drogas, y si había suerte... sexo.
A raíz de un accidente de tráfico que tuve en octubre del año 95, del cual me salvé de milagro, tomé la decisión de cambiar mi vida, ya que me había quedado estancado con los años. No tenía nada que perder, pues me había quedado sin trabajo, sin coche, sin un futuro prometedor, y me sentía de alguna manera fracasado.
Lo que vino después fueron las experiencias más enriquecedoras de mi vida.
Me despedí de mi familia y pasé el control de seguridad del aeropuerto de Santiago de Compostela. Mientras me dirigía a la puerta de embarque, pensaba en los pocos recursos que tenía para empezar de cero en una ciudad que se me quedaba inmensamente grande. sin embargo tenía lo más importante: ilusión y ganas de comerme el mundo.
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