"EL HOMBRE QUE SABE CON SEGURIDAD A DONDE QUIERE LLEGAR, EL MUNDO ENTERO SE APARTA PARA DEJARLO PASAR" (Antoine de Saint-Exupéry)
A principios del 96, Edu trabajaba en un MacDonald´s que estaba en Oxford Street. Lo hacía para cubrir sus gastos de alquiler, comida y transporte. Ya que él no había venido a Londres para trabajar, sino para aprender Inglés y hacer un master. Lo que pasa que la vida es dura.
Se levantaba todos los días a las 6:30 de la mañana, y se iba a voltear McPollas, que era como él llamaba a las hamburguesas del MacDonald's.
Este trabajo lo tenía bastante quemado, no por estar cerca de la plancha, que también. Sino porque estaba en pleno Oxford Street. Posiblemente el MacDonalds más concurrido de la ciudad.
Eduardo era un tipo muy tranquilo y sosegado, pero cuando sonaba el despertador por la mañana, maldecía a diestro y siniestro durante los primeros minutos del día. Luego se tomaba el resto del día con filosofía.
Yo dormía en la litera de arriba y me hacía mucha gracia cuando se despertaba y se ensañaba con el despertador, especialmente cuando yo no tenía que madrugar, durante el fin de semana.
Un día que yo tenía que madrugar, como revancha por mis cachondeos, Edu escondió mi despertador encima del armario, en medio de un amasijo de cajas y objetos. Y cuando el insoportable pi..pi...piii... me despertó, me volví loco para encontrarlo. Ahora era yo el que maldecía, mientras Edu e Iván se desencajaban la mandíbula en el salón. Nos gastábamos bromas de este tipo muy a menudo.
Un sabado por la mañana, Edu se levantó como de costumbre para ir al tajo. Pero dos horas más tarde estaba de regreso, el tío.
Le pregunté que le había ocurrido. Y me dijo que cuando salió de la boca del metro en Oxford Circus, y vio el cuantioso gentío que salía del metro y atiborraba las calles, pensó:
" Toda esta gente se va de compras, y con la cantidad de tiendas y grandes almacenes que hay, van a necesitar toda la mañana, al final se cansarán y les entrará el hambre, ¡claro!. Entonces se irán al MacDonalds a pedir el puto MacPollas que a mí me toca hacer. ¡Anda ya....!
Así que, presa del pánico, se dio media vuelta y regresó a casa. Dijo que no iba a trabajar en el MacDonalds nunca más, que ya encontraría otra cosa. Ni siquiera se pasó por allí para despedirse.
Pero una semana más tarde, cuando vio que se le acababa el dinero y aún no había encontrado otra cosa, se fue al MacDonald's a intentar recuperar su trabajo.
Cuando su supervisor lo vio se puso como una fiera, y le preguntó pero que coño había pasado, como había desaparecido sin decir nada, y que si pretendía recuperar su trabajo, estaba muy equivocado.
Pero Eduardo se invento un gran drama, y le dijo que tuvo que coger el primer avión a España, sin tiempo para avisar. Para colmo le habían robado la mochila donde tenía la cartera, donde guardaba el numero del trabajo, y bla...bla....bla..... Y que lo sentía enormemente.
Total que el supervisor se tragó la película y se le ablandó el corazón: "Bueno, te daré otra oportunidad" -le dijo.
Ese mismo día empezó a trabajar, pero al día siguiente cambió de opinión y no volvió. Increíble pero cierto.
Una semana más tarde, Edu empezó a trabajar en el mismo hospital en que trabajaba Iván y Juán.
No sé si era Iván o Juan, el que se suponía que le tenía que mostrar sus tareas. Que básicamente consistían en técnicas de escaqueo.
Allí, Edu se labró una reputación como trabajador infatigable. El día en que llegó a casa y nos contó:
-"Ostras, hoy la manager (supervisora) me pilló in fraganti. Todo comenzó cuando me dijeron que tenía que limpiar una sala con varias camas en el quinto piso. Así que para allá me fui. Pero a los cinco minutos me entró el sueño, ya que ayer estuve de juerga y no había dormido casi nada. Cerré la puerta, moví una cama que estaba pegada a la pared y me senté en el suelo entre la cama y la pared. Al rato me quedé dormido. Entonces escuché el ruido del cubo metálico que puse detrás de la puerta, como posible aviso por si alguien entraba. Me incorporé sobresaltado agarrando con mis manos lo primero que pillaron, que era un espray en una y un paño en la otra. Me quedé rojo como un tomate cuando vi a la manager frente a mí, con cara desconcertante.
Y de repente, se me acerca y me dice que muy bien, que todos deberían ser como yo. Que gran trabajador era que hasta movía las camas para limpiar detrás, cosa que a nadie se le pasaba por la cabeza.
Y al verme tan rojo, me dijo que no me esforzara tanto, que me lo tomase con calma. Y que me fuera a tomar un café, que bien merecido me lo tenía..."
Cuando escuchamos su historia, de la forma irónica que solo él la podía contar, se nos saltaban las lágrimas de la risa.
Más tarde trabajajó en la cafetería del museo de la ciencia, hasta que se fue a Cardiff a hacer un master en minas. Después de remover cielo y tierra para conseguir una plaza.
Yo también dejé mi trabajo en la Cocina de Babel casi a final del verano, y empecé a trabajar en el Bar Madrid (una discoteca latina por Oxford Street)
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